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Primer artículo en mi nuevo destino, Cuba, donde llevo algo más de año y medio trabajando, actualmente como Director General del Iberostar Playa Alameda, en Varadero.
La Habana es una ciudad maravillosa y más concretamente, pasear por La Habana Vieja es contemplar más de quinientos años de historia. Cada calle, fachada o cualquiera de sus gentes te descubre algo singular y distinto a nada que hayas visto antes, no importa de qué país o cultura hables.
La ciudad de La Habana fue fundada en 1519 por Diego Velázquez, luego este año es su 525 aniversario.
Fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1982 y es el casco histórico de la ciudad de La Habana, formado a partir del puerto, siendo, su centro oficial.
Sumergirse en el laberinto de calles que conforman La Habana Vieja es hacer un viaje al pasado colonial español, donde sorprende lo bien conservada que están algunas de sus plazas y edificios, con el gran riesgo de demolición que presentan otras tantas.
A diferencia de la mayoría de ciudades, La Habana se desarrolló sobre no una, sino sobre cuatro plazas principales, rodeadas por dicen, más de mil edificios históricos: Plaza de Armas, centro militar y defensivo, con una fortaleza y un amplio patio; Plaza de la Catedral, centro religioso donde se haya la Catedral de San Cristóbal de La Habana; Plaza Vieja, eje comercial; y la Plaza de San Francisco de Asís, la más bella de todas y situada frente al puerto.
La más antigua de las cuatro plazas, es también la más singular, ya que tiene un jardín en el centro con altos árboles que dificultan observar la dimensión real de la misma.
Rodeada por varios edificios históricos, destacan sobre todo el Palacio de los Capitanes Generales, el Palacio del Segundo Cabo, el Castillo de la Real Fuerza, el Templete y el Palacio de los Condes de Santovenia por ese orden y de izquierda a derecha, situándonos de espalda al primero, para mí, el más bello de toda La Habana.
La calle de Madera de la Plaza de Armas:
La Calle frente al Palacio de los Capitanes Generales, está construida sobre una base de adoquines de madera y me contaron en mi primera visita a La Habana, hace ya más de veinticinco años, que fue mandada construir por uno de los gobernadores españoles, ya que no podía conciliar el sueño a la hora de la siesta, debido al ruido que hacían los caballos y carruajes al pasar sobre ella.
Me encanta quedarme sentado en algún banco de esta plaza observando a los turistas y locales tratando de venderles cualquier cosa o simplemente al “Gran Cupido” haciendo de las suyas entre ambos…
Debe su nombre, a la Catedral de San Cristóbal de La Habana y es de estilo barroco. Su construcción comenzó en 1748 por los Jesuitas y es uno de los monumentos arquitectónicos más imponentes de Cuba.
Su interior alojó durante mucho tiempo los restos de Cristóbal Colón, ahora repartidos entre Santo Domingo en República Dominicana y la Catedral de mi ciudad, Sevilla.
Puedes encontrarte casi a todas horas señoras mayorcísimas ataviadas con los tradicionales trajes cubanos deseando atrapar al turista con alguna de sus aventuras comerciales, ya sea vendiéndole algún souvenir, haciéndose unas fotos o adivinándole el futuro leyéndole la mano o echándole las cartas.
Está flanqueada por otros lugares de gran interés cultural, entre los que destacan La Casa de los Marqueses de Aguas Claras, actualmente ocupada por un restaurante de carácter público, el Museo de Arte Colonial junto al anterior y el Palacio del Conde de Lombillo, con más de tres siglos de historia, así como la cercana y famosísima Bodeguita de en Medio, probablemente el establecimiento gastronómico más conocido y visitado por los turistas de todo Cuba. El propio Ernest Hemingway la mencionaba en una de sus más famosas frases “My daiquiri in Floridita and my mojito in La Bodeguita”.
Desde aquí sale la calle Mercaderes, muy famosa por sus bonitos Palacios. Cómprate un sombrero Panamá en alguna de sus tiendas para llevar mejor el sofocante calor del caribe.
Originalmente Plaza Nueva, surgió como espacio abierto en 1559, luego de la Plaza de Armas y la de San Francisco de Asís.
Tiene un sin fin de estilos arquitectónicos, algunas esculturas y fuentes, como amontonados unos a otros a lo largo de la historia, aunque el resultado es de una plaza de grandes dimensiones con algunos edificios formidables y es una de las más concurridas de la Habana Vieja.
Destacan la Casa de los Franchi Alfaro, el majestuoso Palacio de los Condes de Jaruco, el edificio de Mercaderes No. 307 así como algunos edificios de viviendas como el antiguo Colegio del Santo Ángel.
Los precios de los restaurantes y bares de la Plaza se encuentran entre los más caros de toda la ciudad, donde es fácil pagar tarifas más acordes al centro de Madrid que a la ciudad de La Habana.
Me gusta siempre que puedo pasarme por Spazio, donde dan unos masajes bastante buenos y a precios razonables. También suelo fumarme algún puro habano acompañado de un gin-tonic, si disponen de tónica importada en la siempre animada y muy concurrida terraza la Vitrola.
Y, por último, la Plaza San Francisco de Asís, a la que me gusta cariñosamente llamarla, “Mi Plaza”, de estilo colonial y dominada por el Convento que le da nombre, actualmente museo de arte sacro y espacio para conciertos.
En ella revolotean cientos de palomas, no en vano, también es llamada «de las palomas». La adorna la Fuente de los Leones, de mármol de Carrara y primera que hubo en la ciudad, además de alguna escultura, entre las que destaca el monumento a Fray Junípero Serra, donado por la hotelera española Iberostar, o la que hay observando a los caminantes y con la que he compartido alguna que otra velada fumándome un Habano en noches de soledad.
Circundan la plaza varios edificios singulares, entre ellos la Lonja del Comercio; la Terminal marítima Sierra Maestra, donde atracan grandes cruceros y barcos de vela y el Edificio de la Aduana de la Habana; el Palacio de los Corredores, Palacio Marques de San Felipe y Santiago de Bejucal y la Casa Galería de la pintora Carmen Montilla en el número 162.
En Parque Central podrás encontrar casi cualquier cosa que necesites en esta ciudad. Si no lo hay aquí, es que no existe. Y no hace falta ni que lo pidas, te ofrecerán de todo y a todas, horas, eso sí, siempre de forma educada y si le indicas que te dejen tranquilo, no suelen insistir.
Desde el Parque tienes a la vista el también famosísimo bar Floridita, siempre muy concurrido y donde podrás bailar, saborear su famoso Daiquiri (os recomiendo el de Mango frapeado) y hasta hacerte una foto con la estatua del mismísimo Hemingway.
De aquí sale una de las calles más turísticas de La Habana, Obispo, donde encontraras cada dia abierto un pequeño mercadillo callejero que hará las delicias de los más necesitados en buscar algún recuerdo que llevar de regreso a casa.
No es una de sus cuatro plazas principales, pero hoy día es uno de los centros neurálgicos de la Habana Vieja. Al borde del casco histórico, está rodeada de numerosos establecimientos hoteleros, entre los que destaca sobre todos el Iberostar Parque Central, cuyo lobby posee un aura especial y en su terraza tiene una de las mejores vistas del Capitolio, siendo para mi el hotel con mejor ambiente y único con “alma” de toda la ciudad, donde se respira cubanía por los cuatro costados y donde he podido disfrutar de mi trabajo el ultimo casi año y medio.